El Ministro Sturzenegger se anotó un nuevo triunfo desregulador y logró que el transporte vehicular de media y larga distancia deje de ser un servicio público, como lo era hasta ahora. Qué tienen que esperar los usuarios de este cambio.
Como cada vez que avanza en una nueva medida flexibilizadora, el Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, se explayó con entusiasmo en la red social Twitter, para celebrar su nueva conquista: la completa desregulación del transporte automotor de media y larga distancia. La medida, que se comenzaría a aplicar en unos 60 días, representa un cambio total en las actuales reglas del juego del sector –que datan de 1992– y permite, entre muchas otras cosas, una apertura total del mercado a nuevos operadores, que solo tendrán que darse de alta en el nuevo Registro Nacional del Transporte de pasajeros mediante un trámite online, y esperar 5 días para comenzar a prestar servicios.
Por supuesto que en la narrativa del Gobierno, todos estos cambios que apuntan a la desregulación de cada área de vida social –sin distinguir entre servicios públicos esenciales o meros negocios– se presentan como una garantía de mejora en la calidad de vida, e incluso como la panacea para resolver el “atraso y la decadencia” que vive la Argentina desde hace [complete aquí el número que prefiera] años.
Pero lo cierto es que los resultados de la aplicación de este tipo de políticas, en un país como la Argentina, son cuanto menos dudosos. Desde el punto de vista de los precios, no siempre se cumple la premisa de que una mejora en la oferta redunde en beneficios para los usuarios, como en el caso de la desregulación de los alquileres. Por otra parte, siempre se corre el riesgo de que, ante la flexibilización, el sistema de transporte automotor termine aún mucho más concentrado que actualmente, sin un servicio ferroviario competitivo que actúe como “regulador de precios”.