Lejos quedaron los días donde el senador Felipe Michlig venía al departamento con una enorme sonrisa y la billetera cargada. Por éstos meses se lo ve ofuscado, descolocado y hasta peleándose duramente con los propios, utilizando la queja como única punta de lanza para seguir teniendo presencia en los medios, que nadie duda, continúan todos a merced de la famosa billetera. Por otra parte debemos agradecer que afortunadamente a recuperado la vista y el oído, ahora ve las rutas en mal estado, las obras que faltan hacer y escucha los reclamos que hace años vienen realizando desde muchos sectores. En política es siempre sano el disenso y el intercambio de opiniones, pero quejarse de todo, todo el tiempo no aporta nada a éste clima tenso que provoca una pandemia que no da tregua ni aquí, ni en ninguna parte del mundo.

Si pudieran haber elegido, está claro que nadie quisiera haber gobernado en medio de semejante contexto, algunos gobiernos lo vienen haciendo mejor otros peor, pero sin duda todos tienen dificultades a la hora de mediar entre salud y economía, restricciones y aperturas, gasto o ahorro, después de todo nada nos prepara para una situación como la que hoy atravesamos. Pero el senador insiste en la queja, en el enojo, en la descalificación, se pasea por radios y programas de TV con un discurso que por lo menos es curioso porque habla de dialogo, de trabajo conjunto y 5 minutos después trata de dictadores a sus adversarios políticos. Uno no puede evitar recordar aquellos años donde se paseaba como un feudo a lo largo y ancho del departamento repartiendo sobres y mirando para otro lado cada vez que recorría, por ejemplo la desastrosa ruta 13.

Todas las cosas tienen un ciclo, al menos en ésta vida que conocemos las cosas comienzan y terminan, relaciones, amistades, negocios y por supuesto los cargos políticos no son la excepción, quizá el nerviosismo del senador provenga de ésta situación que ahora se le plantea de cara al futuro, la posibilidad de perder sus privilegios, que por muchos años lo beneficiaron no solo económicamente sino que lo ha elevado en algunos casos a un lugar de poder absoluto, dando y quitando, premiando y castigando a su antojo, con el beneplácito de un gobierno provincial que lo acompañaba. Hoy los vientos soplan en otra dirección, muchos están perdiendo el miedo y se van dando cuenta de que se puede gestionar por otras vías, con mejores y mas certeras respuestas. El tiempo dirá, pero todo se va acomodando para que el poder y los privilegios se le terminen a unos cuantos.

La Redacción

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