Los docentes e investigadores trabajaron durante un año en el diseño de un dispositivo para que una mujer pueda movilizarse por calles en pendiente.
“Esto es un alivio y una tranquilidad para mí… gracias a ustedes”, dijo entre lágrimas Reina, una artesana con discapacidad motriz de Iruya. Estaba emocionada y no era para menos: acababa de recibir de manos de representantes de las sedes de Rosario y Rafaela de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) una silla de ruedas especialmente adaptada para que, con un sencillo dispositivo, pueda movilizarse por las calles empedradas y en pendiente de esa localidad que, a 2,780 metros sobre el nivel del mar, acaricia el cielo de Salta.
Alejandro Belinsky es director del Observatorio de Políticas de Igualdad de Tecnológica y explicó a La Capital que el pedido que dio el puntapié inicial para el Proyecto Reina llegó a través de Miguel Dedyn, el cura párroco de Iruya, quien le planteó al rector de la UTN que había una artesana de 53 años con muchas dificultades para trasladarse por el pueblo con una silla de ruedas tradicional. “Este trabajo tuvo muchos corazones, manos y cabeza. Y cuando una comunidad pone lo suyo en movimienrto se logran cosas grandes”, dijo el sacerdote en un video grabado por los representantes de la universidad pública.
Reina Canchi, el nombre de la mujer, había sufrido poliomielitis a los 2 años y hasta los 8 años estuvo internada en un hospital de Salta. Cuando salió debió cuidar a sus dos hermanos menores como podía. Ahora vende medias, guantes, pulóveres y gorras de lana, pero si bien tiene la ayuda de su hijo, trasladarse en un pueblo con calles empinadas y en un hogar en planta alta cada día para ella se torna cuesta arriba.
Solidaridad en Iruya
“En enero de 2023 el cura organizó un festival para recaudar fondos y comprar con eso un cuatriciclo y adaptarlo para Reina”, contó Belinsky. Desde los juegos hasta los premios, todo tenía ese fin solidario. Esa movida llegó en marzo de 2023 a oídos del rector Rubén Soro y de allí al nodo de Inclusión coordinado por Belinsky, quien además es docente y responsable de Discapacidad y Accesibilidad de la sede Rosario de la UTN. Tras evaluar varios proyectos posibles, decidieron que el que mejor respondía a esa demanda era uno ideado por docentes e investigadores de la Regional Rafaela de la Tecnológica.
El proceso fue largo y tras más de un año de trabajo, del que también participaron alumnos y no docentes, finalmente llevaron el pasado 13 de junio a Iruya el Proyecto Reina terminado, que consiste en una silla con motor eléctrico, con ruedas reforzadas y que la mujer puede manejar con una especie de joystick ubicado en el apoyabrazos derecho. Pintada de azul, la silla lleva en uno de sus costados el logo de la Tecnológica de Rafaela. El dinero recaudado por la comunidad de Iruya permitió cubrir parte de los costos, el resto se solventó con fondos de la universidad y aportes de privados.
Dos días de viaje les tomó al equipo de la UTN llegar hasta Iruya. De Rosario viajaron Belinsky y Andrea Ramos (del Área Tutorias); y otros dos docentes de Rafaela. Cuando llegaron Reina los recibió con lágrimas en los ojos. “Fue muy emocionante para ella, que toda su vida había soñado con eso, pero también fue emocionante para nosotros, porque nos recibieron muy cálidamente”, dice Belinsky. Y mientras habla también se le corta la voz.
Porque esta es la historia de Reina, de una comunidad que se solidarizó con ella. Pero también de una universidad pública que supo responder a un llamado y comprometerse para dar una respuesta. El conocimiento en función social.
Compromiso universitario
No es la primera vez que desde la UTN realizan este tipo de acciones. A modo de antecedente, Belinsky cuenta que años anteriores trabajaron de cerca con deportistas paralímpicos que entrenan en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard). Allí surgió la asistencia a una atleta sin un brazo que necesitaba un dispositivo que le ayude con el impulso de largada para la carrera de velocidad. O el caso de un joven que hace canotaje y necesitaban adaptar el asiento para un cuerpo sin piernas. “En esos casos lo hablábamos entre los referentes de las distintas regionales y aportábamos entre los grupo de desarrollo e investigación una solución”. contó el docente a La Capital.
“Ese es el objetivo de la universidad —dice Belinsky—, la mirada hacia la sociedad para dar una respuesta, esto es extensionismo puro. Por eso me emociono cada vez que recuerdo lo de Reina, porque es una actividad que habla también del esfuerzo, más en esta situación que estamos viviendo de atraso presupuestario”.
En los pueblos del noroeste argentino, el ritual de la chaya es sinónimo de bendición y agradecimiento. Por eso el domingo siguiente a la entrega, al terminar la misa, el cura de Iruya encabezó una chayada y un grupo de vecinos cubrió de harina no solo a Reina sino también a su nueva silla de ruedas eléctrica. Entre lágrimas y cubierta de blanco, Reina sintetizó con una frase lo que sentía: “Se me cumplió el sueño que tanto le pedía a mi mamá cuando tenía 8 añitos. ‘Mamá, mi sueño es poder tener una silla eléctrica para poder salir solita a la calle y poder andar’”.