El presidente Javier Milei recayó en todos sus lugares comunes, en un discurso que aportó muy pocas cosas nuevas. Lo único relevante, un gesto clásico de la política tradicional: ofrece «alivio» a los gobernadores si lo acompañan. Nada para los argentinos. Extensa cantidad de temas de gobierno omitidos. Cacerolazo afuera del Congreso.
Si se despejan todos los lugares comunes y falsedades en los que Javier Milei cae una y otra vez, una sola cosa hay para resaltar del discurso de esta noche. Detrás de los gritos, las chicanas más o menos fuertes, los desvaríos por la literatura económica austríaca, el presidente se dirigió a los gobernadores y les prometió que les va a soltar la billetera si le aprueban la Ley Bases. Eso es todo lo que pasó esta noche. Y eso es mucho.
No vamos a repasar otra vez las mentiras que Milei reitera. Fueron prácticamente las mismas que las de su discurso de asunción. Hubiera podido haber avanzado en algún tema que afecte concretamente la vida de los argentinos, no lo hizo. Pidió «paciencia y confianza». Antes había dicho que los alquileres estaban bajando.
Hay quienes dicen que la mayoría de sus votantes del ballotage todavía esperan un repunte. Por su parte, Milei interpreta mal al 44% que no lo votó. Ese electorado jamás estará de su lado y día a día recibe, cobija y le da amnistía a los arrepentidos del 56%.
¿A qué velocidad crece ese volumen de arrepentidos? ¿Tengo plata para pagar los sueldos del próximo mes? Esos son los dos extremos de la balanza de los gobernadores hoy.
Humo, con sorpresas
El griterío y la jarana de los trolls libertarios ocupó el centro de una transmisión oficial que por primera vez en la historia no ponchó a los opositores. Están de festejo y está bien. Cada slogan fue celebrado. En concreto, aparte de lo que el presidente explícitamente llamó una «oferta» a los gobernadores –más toma y daca no viene– apenas se pueden sacar pocas cosas concretas:
• Va a cerrar la Agencia Télam, un servicio de noticias de calidad internacional, envidia de muchos países vecinos.
• Va a presentar un paquete de leyes «Anticasta»
El paquete de leyes prometido es interesante porque realmente pone contra las cuerdas a la dirigencia argentina. En su mayor parte, son medidas de peso puramente simbólico, que no afectan en nada su mentada búsqueda de equilibrio fiscal, aunque hay algunas otras propuestas de fuerte peso para la vida de los argentinos, sobre todo de los trabajadores.
Las medidas con peso simbólico que ponen contra las cuerdas a las cámaras son la eliminación de las jubilaciones de privilegio para presidente y vicepresidente, la reducción de asesores para diputados y senadores, la penalización de la emisión monetaria y la ley para impedir que CFK se presente a elecciones (impedimento para personas condenadas por corrupción en segunda instancia).
Las leyes que realmente tendrán impacto son la de intervención en la democracia sindical, el descuento por día de paro a los estatales y la jerarquización de los convenios colectivos por empresa sobre los convenios colectivos de todo un sector. Son todas medidas en contra del trabajo organizado. Priorizar el convenio por empresa por encima del convenio por sector es lisa y llanamente disolver la negociación y la fuerza sindical. Cada empresa va a hacer lo que se le canta con sus trabajadores.
Después, en el discurso no se dijo absolutamente nada sobre educación –más allá de bardear a los trabajadores–, ni sobre salud, ni sobre Malvinas, ni sobre el cuidado del ambiente, mucho menos sobre género o sobre infancias. No hubo ningún tipo de mención a la industria, tampoco se habló de infraestructura (hoy el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, señaló en su discurso ante la Legislatura salteña que siete provincias se van a quedar sin gas por el cese de trabajos en la reversión del gasoducto del norte que va a Bolivia).
Cuando habló de la pobreza, Milei ponderó como un éxito que dejó de mandar comida a los comedores de los barrios. Milei no dijo nada sobre la inserción internacional de Argentina, con quiénes buscará alianzas, qué ubicación tendrá el país en el continente. El presidente nada indicó sobre la cultura, más que bardear otra vez a artistas y periodistas. Nada dijo el presidente sobre el deporte. Nada tampoco dijo sobre el sistema científico y tecnológico. Respeto de las comunicaciones, hubo muchos nenardos tuiteros en los palcos.
Milei le adjudico al gobierno anterior la actual interrupción en la entrega de medicamentos oncológicos, que se justifica en una auditoría interna. Ese absurdo escucharon hoy personas cuyos tumores están creciendo por la demora de sus tratamientos.
Lo lejos que está mayo
Milei defenestra frontalmente a organizaciones sociales y sindicatos. Seguramente, cree en la encuestología que le asigna «mala imagen» a esas dirigencias. Más allá de recordar cómo la encuestología viene pifiando durante un década larga, vale apuntar a algo más estratégico. El presidente debería entender que las mismas organizaciones que reclaman son las que, en sentido contrario, contienen. Los movimientos sociales ordenan por abajo y, también, le ponen límites a las economías delictivas.
La «oferta» de abrir la billetera a los gobernadores a cambio de que sea votada la Ley Bases tiene otra zanahoria detrás, el «Pacto 25 de Mayo». Se trata de una enumeración de intenciones, la enésima promesa de una Moncloa nacional, esta vez con tintes austríacos. En cada despacho provincial, lo único contante y sonante es que va a haber más guita si se alinea a los representantes para votar ese adefesio de privatizaciones y endeudamiento llamado «Ley Bases».
En la calle, mientras tanto, por primera vez un presidente tuvo que aguantar un cacerolazo pulenta en su primer discurso de apertura de sesiones legislativas. El poder adquisitivo está destrozado y todavía falta el impacto total de los tarifazos del transporte, la luz y el gas. Las universidades están acogotadas como nunca en su historia. Cada persona que tiene que renovar un alquiler, tiembla. Las ciudades se van detonando por la falta de financiamiento para la obra pública: todas las capitales se están llenando de pozos y van quedando a oscuras porque la plata de Nación antes pagaba desde el alumbrado público hasta el bacheo.
Y la ola de despidos crece, crece y crece sin parar, reforzando la malaria y la recesión, provocando más y más despidos. La cadena es conocida: primero cae la construcción y la industria, luego el comercio y los restaurantes.
Cobra, de nuevo, más sentido la disyuntiva que hoy enfrentan los líderes de cada provincia. La oferta de Milei también puede interpretarse de otro modo. En menos de 100 días de presidencia, Milei le está pidiendo la escupidera a los gobernadores. La pregunta así pasa a ser otra: ¿quiénes van a quedar pegados al loco de la motosierra y la licuadora?
Fuente: Pausa.com.ar